“EL VALOR EDUCATIVO DE LA INTERIORIDAD”
LA AVENTURA DE ENTRAR AL FONDO DE NOSOTROS MISMOS
Lorenzo Tébar
Belmonte
“En lo profundo
no hay nada que no sea sorprendente y,
sin embargo, bajamos tan poco y tan pocas
veces”.
(Luis Guitarra:
En lo profundo).
1. En la interioridad habita toda nuestra
humanidad
Necesitamos hablar en la educación de la
interioridad, no porque sea una moda, sino porque es el camino ineludible que
nos lleva a la construcción integral de la persona. En lo profundo está lo
esencial: “Las cosas importantes son las
que no se ven”, leemos en El
Principito. En el silencio de nuestro corazón todos somos distintos, todos
tenemos resortes escondidos. La pérdida de nuestra dimensión reflexiva y de
interioridad es uno de los dramas de la cultura actual. Porque no podemos dejar
de entender que educar es sacar,
hacer aflorar lo que llevamos dentro en germen o lo que somos capaces de llegar
a ser. Enseñar es sembrar, es
llenar, encender, colmar, alimentar, pero “educar” es esperar, es creer en la
fuerza creadora y transformadora del otro. Cada persona es un volcán por
explorar, con inmensa vida dentro. Todos nos hacemos un “yo” único, que anida
en el hondón de nuestro ser, que es el que busca sentido, tiene sed de amor, de
justicia, de felicidad, de plenitud. La interioridad nos lleva a lo más genuino
de nosotros, a lo que nos humaniza, a ser conscientes de nosotros mismos.
Podríamos
afirmar que el hombre de hoy se asemeja al intrépido funambulista que se desplaza
en el hilo sutil de la vida entre el
vértigo y el éxtasis, como explicaba el P. A. López Quintás. La gran gesta
del acróbata, perdido en la altura, sobre un fino cable o cuerda, tratando de
desafiar a la gravedad, asido a una barra de hierro o pértiga, que le permite
el total control de su equilibrio. El funambulismo es el arte de caminar sobre
la altura, sin miedo a caer en el vacío, es la habilidad para desenvolverse sin
miedo a un nivel superior a los demás. El funambulista se agarra a la pértiga,
como el piloto se agarra al asfalto a través de los neumáticos de su bólido. “He
visto un hombre suspendido en el aire, por un camino que tenía la planta del
pie más ancha que la senda por donde iba”. (Saumaife encontró en un antiguo manuscrito
este enigma referido a los funámbulos).
Hoy encontramos personas con miedo al
silencio, a la soledad, a pensar, a encontrarse consigo mismo. El bullicio del
entorno, el ruido imparable, el impacto tecnológico se ha apoderado, como un
imán, de nuestro horizonte vital. La brújula que debiera marcar el norte de
nuestros pensamientos e ideales ha dejado de funcionar. La sociedad parece
caminar sin rumbo, dejándose sumir en el vértigo (la alienación, la
superficialidad, la extroversión y todo aquello que nos instrumentaliza). El
sentido crítico, lo ontológico y lo ético son universos distantes y
desconocidos, casi despreciables... Cunde el bienestar del presente,
imponiéndose a todo pensamiento trascendente. Una vez perdida la dimensión
reflexiva y de discernimiento en el ser humano, la manipulación, la explotación
y la caída en picado, son inevitables. Sin el hábito consciente de reflexionar
y razonar, caminamos como ciegos, incluso sin bastón mediador de nuestros pasos,
a tientas, sin rumbo y sin sentido. Invadidos sutilmente por la tecnología
llegamos a confundir la realidad virtual con la real, la mente se reduce a un
ordenador autómata, confundiendo la verdad con el dato estadístico o la notoriedad,
la información con el conocimiento, el interés personal con la norma ética,
camuflador del egoísmo. El márketing invasor nos ahoga, nos atrapa al ídolo
insaciable y al culto del tener y del consumir compulsivo. La vida se reduce a
consumo, apariencia, imagen social, fachada.
La cultura contemporánea viene envuelta
en sutiles mecanismos de dominio y de seductor engaño, hasta el punto de
cosificar a la persona y reducirla a máquina de producción o de consumo. La
razón tecnológica necesita ser desenmascarada por personas que piensen, que
desentrañen las causas y motivaciones de las conductas humanas. Los educadores
deben formar personas críticas, libres, autónomas. Estamos perdiendo nuestra
libertad, adormecidos por la técnica. Como afirma Taylor: “Somos libres cuando podemos rehacer
las condiciones de nuestra propia existencia, cuando podemos dominar las cosas
que nos dominan”.
La desaparición de la relación dialógica nos impide tomar
conciencia de nuestra dimensión social y ética. La orfandad de la interioridad
conduce al vacío, al nihilismo, al relativismo, al sinsentido. Se impone un
acompañamiento mediador e iluminador, que haga consciente del control de la
propia vida y frene el deslizamiento al vértigo. El trabajo formativo con
jóvenes está pidiendo un proceso de adentramiento en el interior que sea
significativo. Para ello hay que “despertar
sensibilidades”, dotar de “antenas”, capaces de captar sensaciones, voces y
gestos humanos, que nos hagan vibrar, que nos hagan emocionar, alegrar, incluso
gemir y gritar. También es necesario capacitar a cada persona de la sinceridad
y autoaceptación de sí mismo, sin envidias ni rencores, sin complejos ni
vanidades. Conocerse es desnudarse frente a la verdad, liberándose de falsas
vergüenzas. Pero también es saberse juez crítico de sí mismo, con absoluta
objetividad para conocernos tal cual somos. Para comprender el porqué y el cómo
de la educación de la interioridad, es necesario conocer el modelo de
hombre-mujer en el que se asienta y las diferentes fases de ese proceso de
interioridad.
2. El valor educativo de la
interioridad. Objetivos y contenidos.
a)
Valor
La educación es en sí misma un camino de
autodescubrimiento, de llegar a conocer nuestras potencialidades, aspiraciones,
sentimientos, carencias… Educar (ex –ducere: Sacar a fuera) es explorar y sacar
del interior todo aquello que nos constituye e integra. Pero no podemos olvidar
que somos “seres necesitados”, que llegamos a ser nosotros, gracias a los demás
(Vygotski), que dependemos de los estímulos y de las oportunidades que nos
aportan los demás. El ser humano es un ente en construcción, en cambio
permanente. El primer umbral que debemos pasar es el antropológico, que es
sabernos condicionados a los factores del entorno cultural, social, afectivo,
cognitivo…, que encontramos al nacer. Pero somos un maravilloso laboratorio,
transformador de sentido y de significado de todos los estímulos que
percibimos.
b)
Instrumentos
El instrumento básico de la interioridad
es la atención, la toma de conciencia conciencia, la voluntad de búsqueda
dentro de nosotros mismos, la sed de saber y de cuestionarnos, las dudas, los sueños
que cabalgan por nuestra mente, nuestro corazón, nuestro mundo empático. Sin
olvidar anhelos, afectos, pasiones… No podemos ser sin tener conciencia de
nuestro cuerpo, en todas sus dimensiones. Somos seres en relación. Nos
proyectamos y establecemos nuestro mundo de relaciones desde nosotros mismos.
El mundo de conocimientos se proyecta en relaciones, va tramando los códigos de
referencia que después ejercerán de brújula o de GPS orientadores de nuestras
vidas. Nuestro micromundo se va conectando por la experiencia, la cultura, los
conocimientos, con el mundo exterior. Incluso nosotros somos creadores de
mundos nuevos. No podemos pensar en el vacío, a menos que nos quedemos en un
sueño aletargado.
c)
Objetivos
.
La interioridad unifica, da coherencia y consistencia a toda la dinámica del
ser. El hombre interior busca el sentido, la paz interior, el sosiego.
.
Nos apoyamos y reflejamos en los demás. Nos necesitamos.
.
Vamos creando nuestra estructura y jerarquía de vivencias, principios, normas, actitudes,
anhelos, que nos proyectan y nos ponen en relación con los mundos que nos
rodean: Afectivo, social, cognitivo, ético, espiritual…
.
Diálogo, reflexión, fantasía, sentimientos, emociones, afectos, decisiones…,
son algoritmos que marcan la dinámica que nos va dando forma y sentido vital.
.
Llegamos a la apertura a los otros, a la trascendencia, a la autonomía y al
descubrimiento de nuestra libertad y a todas las posibilidades del mundo
creativo que se elabora dentro de nosotros.
d)
Técnicas
Necesitamos utilizar ciertas técnicas que nos facilitan
la aventura del viaje al centro de nosotros mismos:
- El dominio de la voluntad que rige a nuestro cuerpo en
su totalidad: sentidos, respiración, alimentación, sueño, ajetreo laboral...
- El silencio, el autocontrol, la relajación.
- La evitación del estrés, de la precipitación, las
prisas. Saber marcarnos prioridades, organizar nuestra vida con criterios de
valor.
- Dominar y cuidar nuestro entorno: Ruido, contaminación,
luz, naturaleza. Dejar la entrada a estímulos positivos: Música, estética,
relajación, deporte, renovación de aire y luz, gratificaciones afectivas,
alegría, optimismo, visión positiva, lecturas, paseos, experiencias de
silencio…
- El silencio mental y psicológico, una conciencia en
paz.
-
Favorecer en los jóvenes experiencias de silencio es acercarles a lo profundo;
allí donde tantas veces emergen nuestros miedos, inseguridades, angustias,
preocupaciones. - En una meditación guiada se va ayudando para crear un clima
de silencio exterior e interior; como decía aquel texto anónimo de un cartujo
del siglo XII: -Cuando me retiro, cuando estoy en soledad, cierro los ojos, no hay
nadie alrededor de mí, ningún ruido, ningún sonido; entonces escucho el
murmullo del silencio. Ese silencio es atravesado por voces, por gritos, por
vociferaciones; son los animales que tengo en mí-.
-
Crear escenarios de visualizaciones:
Es un ejercicio que consiste en la creación de imágenes, con la intención de
generar un estado de paz para facilitar la relajación y por ello se propone la
visualización de un lugar que a cada persona le transmita tranquilidad y
seguridad.
-
Saborear la expresión artística:
Dejarse llevar por los sentimientos y sensaciones nacidos de una dinámica,
dejando fluir lo que sale de dentro y expresarlo en una pintura, un poema, una
canción, etc.
-
Escuchar buena música: Es muy importante para el mundo de la cultura juvenil, acostumbrados
a fuertes impactos auditivos, conciertos, etc., ¡Que importante es aprender a
escuchar desde la armonía, la meditación, la relajación!
-
Educar y valorar voz: A partir de
sencillos ejercicios podemos entrar en contacto con la voz, descubriendo las
posibles modulaciones, reconocer la propia voz. Este ejercicio para jóvenes y
adultos nos pone en contacto con nuestra “música interior”.
-
Apreciar y practicar deportes y juegos: Nos permiten ayudar al grupo a sacar
energía acumulada y les prepara para adentrarse en un trabajo de más
concentración. Juegos que faciliten un buen ambiente para conocerse y
relacionarse, generando en los jóvenes un clima de sinceridad e intimidad que
favorezca la expresión de sentimientos y la práctica de ejercicios encaminados
al trabajo de las relaciones interpersonales vividas desde la interioridad.
Conclusión:
La interioridad es una aventura
inerminable de todo ser humano, principio de la sabiduría clásica: “Conócete a ti mismo”, que presidía en
Delfos, el templo de Apolo. una
conquista de la voluntad, en busca de la verdad, que reside dentro de nosotros.
Anhelamos la armonía, la coherencia, saber más de nosotros y de lo que nos
rodea, autodescubrirnos. “Sólo cuando el
hombre se comprende íntimamente y descubre su camino, la vida se sosiega y cobra
sentido”, decía Kierkegaard.
La interioridad ejerce de centro de
gravedad para afrontar las frustraciones y crisis, es fuente de serenidad ante
las tempestades y crisis; es manantial de luz para las cuestiones que nos
asaltan. La interioridad hace que emerja la autoconciencia, la autonomía y la
auténtica libertad. Nos libera de la extroversión y del presentismo, dando peso
a nuestras convicciones y decisiones.
Todos los estímulos deben cuidarse y
seleccionarse para ayudar al educando a traducir y degustar sensaciones
enriquecedoras. En la educación la música debiera tener un espacio prioritario,
no sólo para despertar sensibilidades, sino también para descubrir los valores
de lo armónico, lo perfecto, lo profundo de nosotros mismos que se conmueve cuando
instrumentos y voces nos transportan, calman y energizan. La música “enlatada”
no debe ser el único sedante que consuman los niños y jóvenes, sino su
conocimiento, ejercicio y disfrute personal. Necesitamos recuperar la música,
el arte, la poesía, el silencio…, como recursos que nos ayuden a educar la
sensibilidad, las emociones y el mundo interior.
No podemos olvidar ni despreciar la
formación espiritual y la dimensión trascendente, dentro de cada creencia, pues
el ser humano tiene dimensiones profundas de fe, esperanza y compromiso, que
precisan ser cultivadas y compartidas. Somos “seres en busca de sentido”
(Frankl), en busca de la verdad y la felicidad. Todos estos y otros valores,
deben alimentarse, fundarse y discernirse, con la ayuda de los demás. No somos
seres solitarios, sino hermanados con los que nos rodean y con toda la
humanidad. En la auténtica interioridad tiene eco todo el universo.
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