Lorenzo
Tébar Belmonte
“Piensa
por un momento en los cuatro grandes ámbitos de los que se desprenden los
valores fundamentales de la existencia humana: la verdad, la belleza, la
justicia y el amor. Según el materialismo, los cuatro trascienden
fundamentalmente al individuo concreto, a ti, a mí, a todo el mundo”. (Luc Ferry)
Cualquier curso podría empezar por el
análisis de los caminos que los educadores, padres y educandos piensan que
expresan el más acertado itinerario para aprender a vivir, para llegar a lo que
los griegos llamaban “la vida buena” y realizada. A vivir
se aprende viviendo, pero la imitación de los modelos más cercanos, a sabiendas
que las interferencias y los contravalores aparecerán a diario. Necesitamos
salir de la pasividad de sentarnos a escuchar recetas, lecciones magistrales o
karaokes en pantalla, y ponernos a tomar conciencia, cada uno a su nivel, de lo
que realmente queremos conseguir con esta praxis social y universal que
llamamos educación. ¿Acaso no es aprender a vivir la meta de toda buena
educación? Preparar para la vida es la misión de educación. Pero esa meta es el
objetivo de cada jornada, pues el resultado final no permite saltos, sino
llenar de sentido y de valores los actos de cada día. Podemos encontrar algunas
respuestas a esta cuestión en la historia del pensamiento, de las ciencias, de
la política educativa y de la propia
pedagogía. Recorramos algunas.
1. CAMINOS PARA APRENDER A VIVIR
El paradigma educativo de la Comunidad
Europea tuvo un solemne manifiesto de la Comisión presidida por Jacques Delors.
En él se nos presentan los reiterados cuatro pilares o aprendizajes universales
que compendian todo currículo, que tienen una perfecta armonización con los
cuatro valores que propuso el Congreso de Bangkok de 1982 para la Educación del
siglo XXI: Aprendizajes y valores se complementan:
Aprender
a ser
|
Aprender
a aprender
|
Aprender
a hacer
|
Aprender
a vivir juntos
|
Respeto
|
Interioridad
|
Creatividad
|
Solidaridad
|
De alguna manera estos aprendizajes y
valores sintetizan toda la dinámica actual que se debe traducir en la formación
del alumno competente y autónomo, capaz de aprender, para poder continuar
aprendiendo durante toda su vida. Pero como toda síntesis no explica sus
implicaciones en orden a asumir las diferencias mutuas, aceptando nuestras
propia identidad como las de los demás, haciendo de la lista de derechos
humanos nuestro código elemental de convivencia. Todos necesitamos crecer al
abrigo de un hogar, de una familia, de una comunidad.
No podemos dejar de largo en esta
selección de aprendizajes y valores la coherencia que aportan para entender la
educación como un “camino de interioridad”, en el que importa la tarea personal
de cada educando y donde los grandes procesos los elabora cada persona en el
crecimiento de su capacidad de abstracción y de su vida interior. En este
ámbito debemos situar toda la propuesta pastoral y religiosa de un proyecto de
humanismo cristiano o de cualquier otra dimensión creyente. Las cinco “mentes” selecciona
Gardner (disciplinada, sintética, creativa, respetuosa y ética) amplían y
completan las dimensiones del cuadro propuesto. En tanto que los saberes que
escoge Morin amplían la dimensión interdisciplinar y universalista de la
educación en una sociedad incierta, planetaria y de apertura a un mundo
globalizado y en constante transformación. La experiencia educacional, además, tiene que armonizar la doble dimensión:
personalizadora y socializadora, forjando en la vida colegial al ciudadano que sea
capaz de practicar estos valores y cuantos acarrea la vida ciudadana, para la
construcción de un mundo mejor. Muchos pedagogos han propuesto sus taxonomías y
sus estrategias, así como sus inteligencias y métodos. Las diversas corrientes
pedagógicas y los carismas cargan el acento en unos valores y actitudes que
enriquecen los estilos de vida.
Proponernos esta cuestión esencial:
Aprender a vivir no es una trivialidad, pues resume toda una filosofía. Quiero
remitirme al autor que inspira en gran parte esta reflexión. Se trata del
filósofo Luc Ferry, que fue Ministro de Juventud, Educación e Investigación en
Francia entre los años 2002 y 2004. Su retirada de la política le ha devuelto a
su doble misión de profesor y de escritor. Inicia con éxito la publicación de una
serie de libros, todos bajo este mismo título de “Aprender a vivir”. Ferry
merece ser leído y estudiado. A pesar de que se reconoce agnóstico, ha
confesado que si tuviera que retirarse a una isla a vivir y tuviera que elegir
un solo libro, se llevaría el Evangelio de San Juan (¡). Toda una respuesta –en
el contexto de sinceridad en su vasta tarea investigadora- lección de búsqueda
coherente de la verdad, que contrasta con la ignorancia manifiesta de muchos
políticos y legisladores. Explícitamente desvela su intención de dirigirse a
las jóvenes generaciones. Quiere que los jóvenes aprendan y le encuentren
sentido a la vida, para comprender el mundo, la existencia, sepan darse normas,
sepan superar los miedos, especialmente el mayor de todos ellos, el de la
muerte. Mientras tengamos miedo no podemos acceder ni a la libertad ni a la
generosidad. Parece como si la filosofía y la religión se encontraran en el
mismo fin.
2. LA FILOSOFÍA O LA RELIGIÓN LAICA
La gran diferencia entre las dos
disciplinas es que en la religión quien salva es Dios y la fe, mientras que en
la filosofía salva la razón. La filosofía nos abre un inmenso campo de
reflexión, que se ha ido acumulando a lo largo de la historia, en la que los
pensadores han recopilado las respuestas que el hombre ha ido encontrando a sus
grandes interrogantes. Los mitos han sido su genial creación. Es como una
espiritualidad laica que ayuda y consuela al que no tiene fe.
Aunque cada vez se estudie menos filosofía
y se le encuentre menos utilidad, no por eso deja de tener su vigencia y su
importancia. El problema radica en que confundimos filosofía con reflexión
moral. Las grandes filosofías, media docena, son estructuras intelectuales en
las que encontramos abrigo frente a nuestros miedos y fuerza para afrontar los
peligros. Hay un espacio intelectual que concierne a las cuestiones de la
espiritualidad laica. La filosofía nos hace a todos más coherentes, más sanos y
mejores ciudadanos. Si no hemos aprendido a convivir y respetar nuestras
identidades, es porque no hemos aprendido a pensar juntos. La educación es una
experiencia ética. No se trata de que la filosofía sustituya a la religión,
sino que la fundamente y complemente. No se excluyen, pues el ser humano es por
definición un ser religioso, llamado a la trascendencia. Pero debemos mirar por
qué se deshumaniza nuestra sociedad. Sólo la educación, la formación
intelectual nos podrá devolver un mayor sentido humanizador y social.
A veces nos quedamos enseñando la
reflexión, la argumentación, la abstracción, cuando lo realmente importante de
la filosofía no es enseñar el espíritu crítico. La aportación esencial, que
también nos ha legado la mitología, es saber cómo llevar una vida buena en
armonía con el mundo. Si la filosofía nació en Grecia es porque el mito preparó
el terreno, reflexionando de forma profunda sobre la condición de los mortales
en el universo. De modo que en este clima emerge la cuestión esencial: cómo
saber vencer los miedos, aliados a nuestra finitud, para conseguir la
sabiduría, es decir, la humildad y la serenidad y conseguir salvarnos de las
angustias de la muerte. El paso de la mitología a la filosofía hace que ésta
sea como una religión sin Dios: Un intento de salvarnos de los miedos sin
recurrir ni a la fe ni a un ser supremo, sino ejercitando su propia razón y
tratando de salvarse por sí mismo. Ésta es la auténtica diferencia entre fe y
religión. La filosofía separa de los poderes de los dioses la cuestión de la
salvación de los hombres.
3. PARA QUÉ SIRVE PENSAR.
Es la irónica pregunta que se suele
repetir. Sin embargo, enseñar a pensar es la metacompetencia imprescindible hoy
en la formación integral de los alumnos. Se trata de formar mentes, -con lo que
esa maravillosa tarea de construcción implica- más que llenarlas de contenidos,
como afirmaba Montaigne. La educación debe adelantarse al futuro de la
humanidad como lo hace la ecología, pues el problema de fondo está en saber qué
mundo dejaremos a las generaciones futuras. Amparados en nuestra razón
abandonamos otras soluciones de la religión. Por eso afirma Ferry: “Ante la muerte estamos menos protegidos que
los que tienen en la religión su red de seguridad. El hombre moderno tiene
menos dispositivos para asumirla, por eso vive más angustiado. La filosofía
debe servirnos para reinventar la vida sin la protección de la religión, una
espiritualidad laica”.
La función que se le pide al pensador,
al educador o al filósofo, es que nos enseñe a preguntar, para ir al fondo de
las cosas y para abrirnos caminos hacia la verdad. Lo importante es que también
nosotros aprendamos a cuestionarnos, sin desfallecer en la búsqueda. Rescato
esta noble confesión del filósofo Ferry, que sigue empeñado en acercar su
pensamiento a los jóvenes: “Encuentro
infinitamente más tentadoras las soluciones cristianas, salvo por el pequeño
detalle de que no me las creo. Pero si lo que afirman fuera cierto, recurriría
gustoso a ellas. Me acuerdo de mi amigo F.F., uno de los mejores historiadores
franceses, por el que sentía gran afecto. Un día le invitó a la TV un
presentador, que siempre cerraba su emisión con el famoso cuestionario de
Proust, con una decena de preguntas a las que había de contestar brevemente. La
última era qué nos gustaría que nos
dijera Dios, si un día nos lo encontráramos. F.F., que no podía ser más
ateo de lo que era, respondió sin dudar, igual que lo hiciera el primero de los
cristianos: “¡Entra, corre, tus seres
queridos te esperan!”. Yo habría dicho lo mismo que él y, al igual que
él, yo no soy creyente”. (p. 307). ¿De qué nos sirve acumular saberes si no nos
sirven para entender mejor la existencia, saber vivir y ser felices? Pensar es
la tarea que nos compensará en este itinerario de interioridad, que es toda
auténtica educación y el camino para descubrir la trascendencia.
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Referencias
bibliográficas:
Delors, J. (1996): La educación encierra un tesoro. Madrid: MEC-Santillana.
Ferry, L. (2007): Aprender a vivir. Filosofía para mentes jóvenes. Madrid: Taurus.
Ferry, L. (2008): Apprendre a vivre-2. La sagesse des mythes. Paris: J’ai lu.
Gardner, H. (2005): Las cinco mentes del futuro. Barcelona: Paidós.
Morin: E. (2001): Los siete saberes necesarios para la educación del futuro.
Barcelona: Paidós.
Gracias Hno. por su iluminación, tristemente vivimos crisis donde observamos que los niños, jóvenes e incluso adultos ya no nos gusta pensar ni siquiera por lógica, importante su articulo que voy a poner en practica en mi trabajo docente.
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