LA ESCUELA ABIERTA E INCLUSIVA
DEL SIGLO XXI
Lorenzo Tébar
Belmonte
“En
las escuelas de todo el mundo son cada vez más los docentes que
desde
los primeros cursos enseñan a sus alumnos y sus alumnas
que
también ellos y ellas forman parte integral de los ciclos de funcionamiento de
la biosfera,
y
que toda la actividad que realicen (comer, vestir, conducir, consumir
electricidad, etc)
deja
una huella ecológica que afecta al bienestar de otros seres humanos y criaturas
que
viven en la Tierra”. (J.
Rifkin: La tercera revolución industrial.
Barcelona, Paidós, 2011),
La educación, ante
todo, si queremos construir un futuro mejor.
La escuela sufre el olvido y la
reflexión de los líderes políticos. El lamento constante de la falta de un “pacto escolar” se ve amenazado por la
exclusión de la educación en el debate nacional, en los momentos clave de las elecciones
legislativas. Los políticos esgrimen argumentos en torno a una escuela gratuita, pública y laica, sin
entrar a considerar los auténticos objetivos de la educación actual, que son
los que justifican los criterios para definir el tipo de escuela que se
defiende.
Sólo juicios muy perspicaces están denunciando
una de las causas del terrorismo actual. Apuntamos al aislamiento de
determinadas culturas y religiones, encerradas en sus ghetos, manteniendo el
desconocimiento, las suspicacias, prejuicios y sospechas sobre los demás. Los
problemas de fanatismo y del odio anidan en las mentes radicalizadas en sus
doctrinas, porque nunca las han contrastado ni vivido al lado de otras
diferentes. Nos atrevemos a afirmar que la experiencia
educativa compartida en los años de infancia y juventud en centros
educativos multirreligiosos, es el camino para eliminar el oscurantismo y
permitir superar las exclusiones y rechazos de otras creencias ignoradas. La escuela hoy necesita revisar sus
objetivos, siendo uno de los más pertinentes e imprescindibles el de
asegurar la sana convivencia y mutuo respeto a las personas y a las creencias
de los demás.
Se sugiere una escuela abierta a todos,
a una escolarización compartida entre los educandos a lo largo de sus etapas de
educación obligatoria. Pero esta oportunidad universal exige la inclusión y
gratuidad para todos. Si en todos los centros, incluso en los que impera la
zonificación, deben admitirse a todos los alumnos, ¿qué razón hay para eliminar
la subvención a los centros concertados? La
supresión de la ayuda a los centros concertados contradice la libertad de
elección por parte de las familias, pues todos contribuyen al erario
público y tienen el legítimo derecho de recibir la subvención para la educación
de sus hijos. Esta restricción de ayudas, obstaculiza el encuentro y niega toda
posibilidad de que los alumnos se formen en la apertura y mutuo conocimiento de
sus diversas religiones, garantizando así una futura convivencia más respetuosa
y amigable, por los lazos que la vida escolar ayuda a crear en los años en que
cristalizan las actitudes más nobles.
Resulta evidente que para que la
educación sea libre debe comprender la gratuidad, de lo contrario sólo podrán
elegir determinados centros quienes tengan posibilidades económicas. En cambio sólo la gratuidad garantiza la libertad de
elección. Todo argumento contrario es una falacia, cuando no un principio
absurdo inspirado por la falsa comprensión de un laicismo radical, que no
entiende la auténtica separación de poderes entre la Iglesia y el Estado. Las
falsas razones impuestas por mentalidades excluyentes o demonizadoras de toda
formación religiosa quieren traducirse en una supresión de toda formación
religiosa, reduciendo ésta al ámbito personal privado. Nada más absurdo,
muestra de auténtica ignorancia o argumento falaz, que impedir la formación integral de la persona, en
el ámbito religioso de sus creencias, sin demonizar las de los demás. Ésta es
otra meta fundamental de las educación para nuestro tiempo globalizado y para
la sociedad del futuro, donde la interculturalidad y la eliminación de las
fronteras entre los países exige formar a los educandos en las raíces culturales
de cada país, según el patrimonio que constituye su identidad y su riqueza
histórica. Exigir abdicar de la propia historia es una negación de la
inteligencia de la propia cultura y de la auténtica formación integral de los
educandos.
La educación es
experiencia ética.
Aprender a conjugar derechos y
deberes, a darnos normas y reglas de convivencia fue la finalidad con la que
aparecieron los programas para “enseñar a pensar”. M. Lipman intuyó que la
“Filosofía para niños” era la herramienta adecuada a este fin. Formar mentes es
el objetivo básico y universal para a aprender
a aprender y a aprender a vivir juntos.
¿Con
qué valores queremos fundar la escuela de calidad y la sociedad del futuro? Si hoy se está
revalorizando el rol fundamental de la educación para construir una nueva
sociedad, es necesario repensar los principios que inspiran la escuela del
siglo XXI. En la 3ª revolución que pronostica Jeremy Rifkin, la educación tiene
un papel imprescindible. ¿Qué les dice este pensamiento a nuestros políticos de
la educación?: “El haber cobrado
conciencia de que somos una especie empática, de que la empatía ha evolucionado
a lo largo de la historia y de que estamos tan interconectados con la biosfera,
como lo estamos en la blogosfera, tiene una significación enorme de cara a la reconsideración de la misión misma de la
educación. Hoy, en muchas escuelas y universidades que tratan de llegar
mejor a toda una generación que se ha criado con Internet y que está
acostumbrada a interactuar en redes sociales abiertas, donde la información no
se acapara sino que se comparte, están surgiendo nuevos modelos docentes diseñados para transformar el carácter de
competición que ha tenido (y aún tiene) la educación en una experiencia de
aprendizaje colaborativo y empático” (Rifkin, p. 322). Este argumento
rechaza toda forma de sectarismo y de estancamiento.
La sociedad actual reclama una “nueva
educación”, acorde con los desafíos que aparecen en el horizonte futuro. Si
estamos abocados a vivir en redes que nos conectan gratuitamente,
solidariamente en un concepto nuevo de saber, de cultura y de humanidad, es
preciso hacer hincapié en “derribar los muros” que condicionan nuestra
participación y beneficio en la nueva comunidad universal de aprendizaje.
Estamos entrando en una “nueva aula virtual” en la que todos somos aprendices, donde el desarrollo de la inteligencia de
la humanidad es una experiencia compartida y distribuida entre millones de
personas. El reto es evidente: evitar que una parte de la sociedad quede al
margen, excluida de este enorme caudal de riqueza y de conocimiento que hemos
heredado. El mimetismo que está creando internet y todas las otras formas de
comunicación, exige pensar de forma más solidaria en la nueva sociedad que
queremos construir, donde todos nos educamos y todos nos perjudicamos, si no
tenemos conciencia ecológica y social. La educación hoy no tiene una dimensión
local sino planetaria, universal. La responsabilidad nos incumbe a todos los
habitantes, y no sólo a los líderes que deciden desde la economía o desde las
leyes. Adquirir esta dimensión ética es una fundamental misión de la educación.
Exigencia de la
formación permanente.
El debate sobre el futuro de la
educación debe estar siempre abierto, pues la misma evolución de la sociedad y
de la ciencia, lo exige. El conocimiento es un bien social, que no se puede
monopolizar. La educación da la oportunidad para que el ser humano “sediento de
encontrar la verdad”, como afirmaba ya Aristóteles, para seguir buscando la
verdad, al lado de los demás, tratando de comprenderse y comprender el mundo,
descubriendo cuanto nos une y relaciona. El conocimiento es una construcción de
toda la comunidad de aprendizaje. No hay posibilidad de apearse de la cultura de la formación permanente.
Este pensamiento es fundamental en la nueva sociedad, y la escuela y los
educadores tienen aquí un papel protagonista ineludible y prometedor, como
fundamentales transmisores del saber. El trípode del poder, del que hablaba
Toffler (riqueza, violencia y conocimiento), pone en manos de los educadores el
factor de mayor impacto para el futuro de la sociedad, la transmisión del
conocimiento. Para ello, necesitamos subrayar la inversión económica, en
recursos humanos, en la formación de los profesionales que la educación
precisa.
Definir
el nuevo paradigma
educativo que se funda en conceptos
antropológicos centrados en el educando que queremos formar para la sociedad
del futuro, que más que buscar resultados inmediatos se basa en procesos
sociocognitivos, que más que aprendizajes segmentados aporta visión
multidisciplinar y trascendente, donde todo se proyecta en la vida. Por cierto,
una vida incierta, que ya tenemos que empezar a vislumbrar, aunque oteando el
horizonte sólo podemos formular hipótesis aproximativas. Pero en este reto
debemos comprometernos todos, donde estrechemos los lazos entre inteligencia y
naturaleza, pensamiento y vida. Si la naturaleza es fuente de admiración y
asombro, no podemos olvidar que es en esta actividad mental donde empieza el
aprendizaje. Despertar sensibilidades para abrirnos a la admiración del
maravilloso universo que nos rodea, despertar la sed de aprender, la sed de
buscar la verdad, pero sed compartida y solidaria, necesita una escuela abierta
a la innovación y a todo lo que nos humaniza.
Cuanto
más temprano empiece la educación, mejor. Los expertos en educación aconsejan empezar
a construir la nueva escuela desde los primeros momentos en que abre sus
puertas. Formar educadores,
constructores expertos de la mente y de la integralidad del ser humano, es el
primer peldaño del nuevo edificio educativo. Sin rebajar un ápice los fines,
casi utópicos, de toda educación, donde los medios y los fines deben regirse
dentro de la lógica de la teoría y la praxis, junto al realismo de los medios
que necesitamos para formar personas críticas, libres, felices y responsables
de la nueva sociedad que soñamos. Valorar y apreciar la educación como el
tesoro por descubrir en cada persona, es una aventura apasionante. Hay sobradas
razones para ambicionar una educación mejor, éstos son algunos de los
pensamientos que lo confirman, a título de ejemplo, para crecer en la estima de
la educación:
“Se puede pensar con toda razón que el porvenir de la
humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras
razones para vivir y razones para esperar”. (Vaticano II: Constitución
GS, 31).
“Fomentar una vida reflexiva y deliberante, siendo conscientes de los
argumentos
que guían nuestras decisiones, liberando nuestra mente de
la esclavitud de hábitos y costumbres,
formando personas que puedan actuar con sensibilidad y
agudeza mental, como ciudadanos del mundo”
(Nussbaum, M.C. (2005):
El cultivo de la humanidad.
Barcelona: Paidós, p. 27).
“La educación se ve
obligada a proporcionar las cartas náuticas de un mundo complejo
y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula para
poder navegar por él”.
(J. Delors (1996): La educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana-UNESCO, pág.
95).
En todas las aulas
podría mostrarse la frase del preámbulo de la fundación de la UNESCO, escrita
sobre mármol blanco, en el edificio de la UNESCO de Paris: “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la
mente de los hombres donde hay que construir los baluartes de la paz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario